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Un blog donde se plasma pensamientos al aire, microrelatos y opiniones.

2012/01/06

Año nuevo

Veía con tristeza aquella foto. Tantos recuerdos que venían a su mente y se acumulaban uno tras otro, impidiendo pensar con claridad. Los pensamientos iban y venían como si fuese un río que navegaba hacia el norte y en otras ocasiones para el sur, demostrando su tambaleo al momento de tomar una única dirección. ¡Y las memorias la atormentan! Una lágrima traicionera resbala por la mejilla. Se suponía que no iba a llorar una vez haya tomado la decisión.

Pero la soledad se hace insoportable, no la deja en paz aunque sea para respirar un poco de aire. Se vuelve acostar en su cama perfectamente hecha, mirando al techo como si eso fuese importante. O por lo menos era mejor que contemplar una foto que sólo le trae malos recuerdos. El reloj seguía marcando la hora, tan despacio como es su costumbre, perturbando un poco a la dueña, desesperándola. ¿Por qué había aceptado ir? Esa era una fecha para pasarla encerrada en su departamento viendo televisión, mientras comía un litro de helado de chocolate.

Ahogando sus penas.

Miro el reloj, como si recién se percatara de su presencia. La seis de la tarde. En una hora estaría él ahí para recogerla y llevarla a la cena. Cabe decir que eso fue muy en contra de su voluntad. Suspiro. Se levantó, dejo la foto encima del velador y se metió en el baño para darse una ducha. Tal vez sentir el agua caer sobre su cuerpo la libere, y saque todo lo que lleva guardado en su ser. Necesitaba relajarse, y tener la mente despejada, para por lo menos formular una oración correcta.

Salió del baño envuelta en una toalla. No se tomaba la molestia por saber la hora, no lo necesitaba. Podría demorarse el tiempo que ella quisiera para alagar así la ida a la cena por año nuevo. No quería, ni deseaba verlos. Le habían desgraciado su vida en las fiestas pasadas, y en esta ocasión no lo permitiría. Pero él siempre tan positivo (nótese sarcasmo) le había dicho que precisamente es la ocasión perfecta para el reencuentro y el perdón.

Ella no perdonaba. Así de simple.

Se miro al espejo y se vio. Blanca pálida, ojos color miel, cabellos castaños hasta los hombros y escalonado: siempre ha sido su corte favorito, sin decir que le queda bien. Pero noto algo debajo de sus ojos: ojeras. Las últimas noches no había podido dormir, pensando en como sería el encuentro, y quienes estarían en la cena. Estaba más pálida de lo normal, y en sus ojos se reflejaba la tristeza que llevaba. Estaba apagada, sin vida.

Su vestido era normal, color azul marino que le llegaba hasta las rodillas, sandalias de tacón del mismo color y una cartera pequeña que hacia juego. Tenía puesto un juego de pendientes de plata fina, lo que alguna vez aquel hombre le regalo. ¿Habrá sido sincero o también era parte de toda esa farsa? Y el timbre la despertó de sus pensamientos.

Ahí estaba él, vestido con un pantalón negro de tela, camisa azul marino con las mangas recogidas hasta los codos y los tres primeros botones abiertos. Su cabello negro rebelde, sus ojos café claro de mirada penetrante y seria, y su piel blanca pálida lo hacían verse guapo. ¡Pero en que cosas anda pensando! Ella juro no volver a mirar a otro hombre, pues el concepto que tiene del género masculino es demasiado duro, citemos unos ejemplos: Machistas, hipócritas, sólo juegan con los sentimientos de la mujer, entre otros.

—Te ves bien —dijo a modo de saludo

—Gracias, tú también te ves bien.

Suspiro. Sabía que ella no quería ir, pero...

—¿De verdad no quieres ir, Maya?

—Si, Akim. No deseo verlos.

—Hagamos algo —eso sonó a una propuesta interesante. Ella lo escucharía con atención —.Vamos a ir, saludas, nos quedamos unos minutos, luego puedes poner una excusa para retirarte y te vas.

—Acepto. Espero que cumplas con tu parte, Akim. —le dijo mirando a los ojos de manera seria.

Él no hizo más que suspirar. Ella suele ser tan cerrada y necia cuando quiere. Pero así la amaba.

Y si podía callárselo, lo haría. No quería perderla.

El trayecto fue silencioso. Ese treinta y uno de diciembre no era una fecha muy agradable, en especial para ella. Fue justo ese día que descubrió que su antiguo novio le estaba siendo infiel con su hermana mayor, y para variar, sus padres lo sabían. Pero no le habían dicho nada, ¿por qué? ¿Para ahorrarle dolor y tristeza? ¡Que va! Ellos nunca la amaron como se suponía que tenían que hacerlo. Siempre tuvieron privilegios y Sofía, era la consentida de ambos.

A veces se preguntaba si de verdad debió haber nacido. ¿Por qué Dios no se apiado de ella y la mato en el momento en que salio del vientre de su madre? Bueno, lo hecho, hecho estaba y no se podía revertir la historia. De un momento otro, miro a Akim, su mejor amigo desde la época del instituto.

Él siempre había estado ahí, junto a ella en los peores momentos. Conocía todo sobre ella: cuando estaba enojada, alterada, triste, alegre, e incluso la consoló cuando la vio llorar cuando se entero de la noticia. Fueron al mismo curso hasta cuando se graduaron, y posteriormente fueron a la misma universidad, pero a diferentes carreras.

¡Por lo menos tenía algo de bueno toda esa situación!

—¿Estás lista? —le pregunto una vez divisó la casa.

—No. Pero no tengo otra opción, ¿verdad?

Él no respondió.

Cuando llegaron, como era típico de su familia, no salieron a recibirlos. Caminaron hasta la puerta, él toco el timbre y esperaron hasta que la abrieran. Y pasaron varios minutos. Nada. Ni una sola respuesta. Maya se acerco a la ventana y vio que la casa estaba toda oscura. ¿Están dormidos tan temprano? No lo creía, ellos nunca se acostaban temprano a descansar. La hora mínima de irse a la cama era a las doce de la noche y cuando era fiestas, dos o tres de la mañana.

Akim volvió a tocar el timbre.

Nada.

—Disculpen, ¿buscan a la familia Massaro? —pregunto una señora de sesenta años, muy gentil en su forma de expresarse —. Soy la vecina de ellos.

—Si, lo estamos buscando, ¿sabe algo? —pregunto el chico antes de que diga algo su mejor amiga.

—Ellos se fueron de viaje, o eso es lo que oí. No regresan sino hasta el seis de enero del nuevo año.

—Gracias. Fue muy amable —contesto Maya sin emoción alguna.

Subieron al auto, pero antes de hacerlo se despidieron de la señora deseándole los mejores éxitos para el año que viene.

—¿Estás contento? —pregunto ella con una ceja alzada.

Él no quería aceptar que ella tenía razón, pero esta vez lo tuvo que hacer. Por primera vez entendía como se sentía ella, y el porqué de que no quería pasar esas fiestas junto a su familia. ¡Ni siquiera le avisaron de que no estarían en la ciudad!

El teléfono celular de Maya sonó, y pudo ver de reojo la cara que ponía. Intuyo de quien se trataba, ¿qué contestaría ella?

—Mamá…

—Oh, hija. Recién puedo comunicarme contigo. Es para decirte que no estamos en la ciudad, hemos salido de viaje a Italia a pasar las fiestas. ¿No te molesta, verdad?

—Claro que no mamá.

—Sabía que comprenderías.

—Yo tampoco estoy en la ciudad. Así que no hay problema.

Con eso le indico que ella no volvería a donde ellos a pasar ninguna festividad. Si tenía que pasarla sola en su departamento, lo haría. Estaba cansada de todo, de fingir, de decir que estaba bien cuando no lo estaba, pero tenía orgullo, y no sería nunca pisoteado por culpa de ellos.

—¡Oh, hija! Eso es una sorpresa —su madre no sabia mentir, lo notaba en su tono de voz —Yo pensé… bueno… tal vez tu hubieses querido venir a pasar festividades con nosotros, pero salimos de viaje y no había podido comunicarme contigo para avisarte…

—Mamá,para. Esta bien, yo también tuve la culpa de no avisarles con tiempo, pero no importa. Yo estoy de viaje, ustedes están de viaje y todo estamos felices —su madre iba a replicar, porque la escucho que emitió un sonido, pero antes que dijera nada, ella se adelantó —. No te preocupes, ya habrá un momento para pasarla todos juntos. Feliz año nuevo, mamá. Dale mis saludos a los demás.

Y corto la llamada.

—¿Estás bien?

—Si, no te preocupes.

Él sabia que no era así. Continúo manejando, hasta llevarla a su departamento. Paro en una luz roja, giro su cabeza y la vio. Frágil, indefensa. Nunca creyó que su familia fuera así, pero esa noche lo acaba de confirmar. Había aprendido a tener fe siempre, a confiar en las persona, y que estas tenían aunque sea un poco de amabilidad y gentileza.

—Para el carro aquí, Akim.

—¿En McDonald’s?

—Si.

Él hizo lo que ella le pidió. Se bajo del auto, camino sin prisa alguna y entro al lugar. Estaba casi vacío, sólo había unos cuantos, que por lo que veía, en cualquier momento se retiraban. Se acerco a la caja, y pidió cuatro órdenes de cuarto de libra* para llevar. Estaba segura que el día primero de enero, ella tendría hambre y como no hay comida preparada en su departamento, no tendría que comer.

Mujer prevenida.

Tomo las ordenes y regreso al carro. Akim la miro con una ceja alzada. Más bien le hizo una pregunta silenciosa. Ella sólo se encogió de hombre negando con la cabeza. Y partieron para el “hogar”.

—¿Te quedas?

—Si. No tengo con quien pasar esta fecha, además no pienso dejarte sola.

Después de esa pequeña confesión de su amigo, se quedaron en un silencio profundo, tranquilo. Cada quien meditaba. Él no tenía familia con quien pasar, sus padres habían muerto hace tres años atrás y no tenía hermanos. Maya no quiso interrumpir sus pensamientos. Opto por mirar el paisaje que había en la ciudad hasta llegar a su departamento. Justo pasó diez minutos, y ya estaban ahí.

Akim parqueo el carro, apagó el motor y se quedó mirando al frente. Estaba ordenando las ideas, para poder transmitirlas a su mejor amiga. No quería asustarla, con lo que le iba a decir. Le cogio la mano, deteniéndola, la miro a los ojos, y ambos se perdieron en la mirada del otro.

—Akim…

—Lo que voy a decirte no es fácil para mi, Maya. Pero lo haré, porque no puedo quedarme más tiempo callado.

—¿De qué hablas? —y por primera vez, sintió temor de lo que le iban a decir.

—Me gustas mucho. Quiero intentarlo contigo.

—Akim…

—No quiero tu respuesta ahora, Maya. Pero si quiero que te des una oportunidad, que me la des a mi para demostrarte que no todos somos iguales, ni todos jugamos con el corazón de una mujer.

Maya no sabia que decir. A duras penas pudo bajarse del carro, una vez se recupero de las palabras de su mejor amigo. Él la veía como algo más, pero ¿y ella? ¿De verdad estaba preparada para volverse a enamorar? No estaba segura en esos momentos. Tenía muchas cosas en la cabeza, y encima la declaración de Akim, le complicaron un poco las cosas.

Tomo la comida, y justo cuando iba a coger las bebidas, la mano de él la detuvo. Su mirada era seria, penetrante y hasta daba un poco de miedo. Se bajo del auto y camino a paso ligero hasta su departamento. Busco las llaves en su cartera, y cuando las encontró, abrió la puerta entrando a su hogar. Que en realidad no lo era, porque lo que la recibía eran cuatro paredes frías.

Él entro detrás de ella. Sabía desde el inicio que aquello no sería fácil, pero al menos hubo algo de bueno: no lo rechazo. Por lo tanto, creía que había una posibilidad de que tuviese algo con ella, que se dejara enseñar que no todos los hombres son unos sinvergüenzas cínicos. Él era un ejemplo exacto de que era diferente al resto de la manada.

—¿Este será nuestra cena? —pregunto él con cierta duda.

—Si —contesto Maya apenada —No hice la cena pensando en que comería en casa de mi familia, pero por lo que…

—Lo entiendo. Discúlpame. Debí haber creído en ti y esto no hubiese pasado.

—No importa, Akim. Yo me confié demasiado, y hasta deje de un lado mi desconfianza pensando que tal vez esta ocasión sería diferente. Pero me equivoque, y es de humanos errar.

—¿Por qué le dijiste a tu mamá que no estabas en la ciudad? Eso es mentir, por si no lo sabias.

—Le di a entender que no caería en su juego. Pudieron haberme avisado desde hace tiempo, y no lo hicieron. Recién vienen con la excusa patética que, por casualidad, pudieron contactarse conmigo para avisarme del viaje. Además, ellos sabían que íbamos a cenar. Yo se los dije con anticipación.

—¿Con cuanto de anticipación?

—A finales del mes de noviembre. Y luego en la segunda semana de diciembre, se los volví a confirmar. Y eso fue, por tu insistencia, Akim.

—Lo sé. Lo lamento. No creí que ellos fueran capaces de hacer eso.

—No todos somos buenos, Akim. Deberías saberlo.

Maya se dirigió a la cocina a dejar las cosas. Saco dos hamburguesas, papa fritas y lo sirvió en platos diferentes. Salió para el comedor, puso los platos en los puestos respectivos. Vio que Akim ponía las colas encima de la mesa. Y en ese silencio que se formo, se sentaron a comer.

Cada quien pensaba.

Imágenes, recuerdos del pasado volvían al presente.

Como esa misma fecha, en tiempo diferente, la hace vivir, experimentar sentimientos que jamás pensó tenerlos. Por un lado la rabia, la ira, el dolor de lo que le hizo su exnovio, y encima sus padres al ocultárselo, porque ellos lo sabían. Y por otro lado, estaba su mejor amigo pidiéndole que se dé una oportunidad de volver a vivir.

Claro, como no lo pensó antes. Ella era adoptaba, por eso su familia se comportaba así con ella, pero ya llegará la hora de que el karma haga su aparición, y ellos paguen por cada uno de sus actos con mala fe que hicieron.

Y había tomado una decisión.

La más importante de todas.

—Akim, acepto lo que tú me dices. Acepto darme una oportunidad contigo, pero dame tiempo, para poder llegar a amarte como se debe.

*Cuarto de libra es un combo que se vende en McDonald´s del Ecuador, consiste en una hamburguesa con varios ingredientes, papa frita y cola.