Son las seis de la mañana. Te levantas de la
cama, pero antes miras a tu compañera dormir muy placidamente. Ella entra a las
diez al trabajo, tú lo haces a las ocho y media de la mañana. Te diriges al
baño a asearte, pero en el trayecto piensas en todas las cosas, incluido el
trabajo. Tu corazón empieza a latir más fuerte, te esta hablando y te
preocupas. Ahora tu mente tiene otras cosas que pensar.
Tú esposa esta embarazada de cinco meses. Es tu
primer hijo que esperas, quieres, deseas que todo salga bien, que ella este
bien, que tu hijo nazca saludable. Ahora tendrás que trabajar horas extras para
tener un poco más de ingreso, hay una futura tercera boca que alimentar. A
partir de ese momento, cuando tu esposa te dijo que estaba embarazada, sabías
que tenías que entregarte más a tu profesión. Obtener más ingreso.
Las cosas cambian.
Sales del baño, te diriges a la cocina, te
preparas un desayuno rápido pero saludable. No quieres enfermar, sabes que eso
cuesta, es un gasto, uno grande, porque tienes que ver el doctor, hacerte
exámenes, volverte a ver del doctor, comprar remedios. Y el costo total no baja
de los $300 dólares. No quieres eso, porque sabes que los necesitas, tu mujer
lo necesita, el bebé en camino también.
Son las siete y quince de la mañana. Miras por
última vez a tu mujer, le das un beso casto en los labios mientras ella duerme.
Sales de la pequeña casa, que fue obsequio de tus padres, lo hicieron con su
esfuerzo. Ellos te ayudan con una parte de la letra, tú pones el resto. Una
deuda fija al igual que los servicios básicos, pero sabes que tienes que tener
dinero para eso. Y lo cumples todos los meses, al pie de la letra.
Eres honrado, honesto, pero te das cuenta que a
veces esos valores no bastan en la sociedad actual, donde hay corrupción,
competencia desleal, lo sabes porque lo vives a diario en tu trabajo, ¡cuantos
informes buenos que has elaborado te han robado! Y ellos se llevan el crédito,
tienen mejor salario, un buen puesto. Tú no puedes hacer nada, ni denunciarlos,
porque sabes que te irá mal.
¡La vida es injusta!
Lo sabes, estas conciente de ello, por eso no
haces nada. Sientes que te han atado de pies y manos, y si hablas te pueden
echar a la calle, no te conviene, necesitas del empleo, por eso te haces de la
vista gorda. Conmigo no es, te
repites una y otra vez, hasta que esa frase, corta pero llena de mentira, se
vuelve realidad. Suspiras, y sales de casa para coger el bus que te lleva al
trabajo. Aún no tienes para costear un auto, pero tu sueño de tener uno no se
va de tu mente. Algún día lo tendrás.
Llegas a la parada del bus, esperas paciente
por el transporte. Miras el reloj, sabes que llegarás diez minutos más temprano
al trabajo. Sonríes complacido. El último mes has llegado muy temprano y te has
ido tres horas después de la hora de salida. Sabes que tus jefes miran eso,
pero también sabes que son unos malditos y no lo reconocerán. No quieren perder
su puesto de trabajo, eres su competencia. El bus llegó, y te subes.
A medio camino tu corazón empieza agitarse. Te
está hablando, está desesperado. Ves que suben unos hombres, son jóvenes por la
apariencia que tienen, pero no tienen buena pinta. Te angustias, empiezas a
pensar mal, volteas la cabeza hacia la ventana, dejaste de mirarlos. No los
quieres provocar, quieres estar con vida. Mi
familia me necesita, piensas. Empiezas a orar, nunca fuiste creyente de la
iglesia, pero si de un ser supremo, de un Dios todopoderoso.
Los minutos pasan, te angustias más. No sabes
si bajarte en ese lugar y coger otro bus, o esperar a que ellos se bajen en
cualquier momento. No sabes lo que va a pasar, te desesperas, pero no lo
muestras, no quieres alertar a nadie de tus inquietudes. Por tu mente pasa lo
mejores momentos vividos con tu esposa, y de la noticia de la llegada de un
heredero a la familia. A esa altura de la vida, te da lo mismo si es niña o si
es varón, ambos no le faltara nada, lo sabes. Pero si te pasa algo, tu esposa
quedará sola, tu hijo/a también.
Por arte de magia llegas a tu destino. Te
levantas de tu asiento, y caminas hasta la puerta del bus, le dice al chofer
que pare en la parada, que ahí te bajas. Él hace lo que tu le indicas. Respiras
de alivio cuando estás fuera del bus. Te haces el loco y no miras al
transporte, no quieres que esos jóvenes descarriados te detecten y después
hagan quien sabe que cosa en contra de tu vida. No. Eres un hombre pacifico, un
luchador en silencio.
Caminas un par de pasos y llegas a tu lugar de
trabajo. Entras, pasas la tarjeta sobre el lector de la misma, escuchas el
pitido y miras que la luz de roja se pone verde. Estas autorizado, ya puedes
entrar a sacarte el sudor trabajando. Pero te llevas una sorpresa cuando llegas
a la oficina, no eres el único que ha llegado temprano. Hay otra persona, lo
reconoces enseguida, es tu jefe.
—Veo que es verdad lo que dicen
de usted.
—Buenos días, señor —saludas,
pero no sabes que más decir, te ha cogido de sorpresa. Lo único que logras
hacer es encogerte de hombros, como restándole importancia, pero por dentro te
mueres de nervios.
Te retiras a tu puesto de
trabajo, tu jefe no te dice nada, él también se retira a su oficina. Empiezas a
trabajar, pero tu corazón esta inquieto desde que subiste al bus. Temes por tu
esposa e hijo/a, no sabes si pedir permiso en el trabajo alegando calamidad
domestica, o quedarte ahí ignorando toda clase de presentimiento, ¡tienes
dudas! Sabes que no estarás tranquilo en lo que queda del día.
El día transcurre aparentemente
normal. Nada sale de tu rutina, todo funciona como todos los días. En algún
momento te sientes observado, levantas la mirada y te chocas con la de tu jefe,
por un momento cruzo por tu mente que tal vez te haga alguna proposición
indecorosa, pero lo descartas al segundo. No crees en esas cosas. Suspiras y
vuelves a tu trabajo. Todo marcha normal.
Otra vez, el corazón vuelve
hablar. Otra vez, tienes inseguridad. Algo malo va a pasar, lo presientes.
Aunque siempre creíste que los hombres no tienen el sexto sentido como las
mujeres, pero en esos momentos, no sabes que creer. Sólo esta ahí, avisándote.
Llamas a casa, y por la mismas cuelgas, ¡que tonto eres! Tú esposa esta en el
trabajo. La llamas al celular, pero te sale la grabadora. De seguro esta
ocupada, piensas.
Un compañero tuyo prende el
pequeño televisor que hay en la oficina. Son las noticias de la una de la
tarde. Nada del otro mundo. Lo mismo de siempre, ¿verdad? Pero de repente tu
mundo se paraliza, una noticia esta siendo transmitida en ese momento. Un robo
a mano armada en un centro comercial, el mismo donde trabaja tu esposa
embarazada. Te angustias, porque lo que viene a continuación es el detalle de
lo que paso. Hubo cruce de balas y en el medio, hay victimas, heridos. Gente
inocente pagando por culpa de unos cuantos delincuentes descarriados, que de
seguro roban para comprarse un poco de droga.
Tu alma se angustia, pero
demuestra tranquilidad. Todos saben que tu esposa trabaja, pero lo bueno es que
no saben donde, sino tendrías que escuchar un monto de frases sin sentido y
hasta hipócritas. No quieres escuchar nada de eso, actúas como un experto en
ese tipo de situaciones. Conservas la calma, aparentemente, coges el teléfono,
llamas al trabajo. Recibes una buena noticia: tu esposa no esta ahí. Pero
recibes otra mala: llamo a reportarse enferma.
Tienes que tener la cabeza fría,
pensar con claridad. Llamas a tus padres y preguntas por tu esposa, si saben
algo. La respuesta es negativa. Llamas a tus suegros, y es el padre quien
responde: ella vino a casa, no se sentía bien. No quiso molestarte y dejó que
trabajaras tranquilo. Te avisa que ella esta dormida, y por el tono de voz de
tu suegro, él cree que tu le hiciste algo malo y se muestra receloso.
Sonríes, así serás tú cuando
tengas a tu hija, a tu princesa.
Te despides cordialmente, estas
tranquilo. Pero te pones a pensar en esas personas. Estuvieron en el momento
equivocado, en el lugar erróneo y pagaron. ¿Cuántas familias están siendo
destruidas? ¿Cuántas familias están viviendo el terror de ver a su ser querido
debatiéndose entre la vida y la muerte? Y todo por culpa de unos descarriados,
hijos mal nacidos.
¡Deben morir!
No merecen que vivan, ni siquiera
una segunda oportunidad. Pero tú no decides. Y sabes que Dios o ese ser supremo
tendrán su oportunidad de castigar aquellos que lastimaron a personas
inocentes. La noticia sigue, esta vez, testigos hablan del hecho. Se ven
mujeres asustadas, niños con cara de terror, el miedo les invade. Temen volver
a pisar ese lugar, ahora vivirán con psicosis.
Sientes la mirada de tu jefe. Él
vio todo lo que tú hiciste mientras daban la noticia, pero no dice nada. Le
agradeces de corazón. No quieres oír comentarios de nadie. Vuelves a tu
trabajo, pero sigues inquieto. Ahora sabes que tu mujer esta enferma, y decides
salir temprano del trabajo. Si, vas a salir a las cinco y media, cojeras el bus
que te deje en la casa de tus suegros y la verás.
Él te llama, vas a su oficina. Te
pregunta si todo esta bien, tú dices que si pensando que te esta preguntando
sobre el trabajo. Él asiente con la cabeza, te da unas instrucciones y al
terminar, te pide un informe para las cinco de la tarde, tu dices que esta
bien, te diriges a tu puesto de trabajo y te pones a realizar el informe.
No tardas más de dos horas en
hacerlo. Tu mente sigue pensando en esas personas, en tu esposa que espera a tu
hijo/a, en aquellas familias que han sufrido por unos irresponsables. ¡Y
todavía se atreven a decir que necesitan ser comprendidos, que la falta de
trabajo los lleva actuar de esa manera! ¡Son cínicos y descarados! Por un
instante te pones a pensar en todos, y al mismo tiempo en nadie. ¿Si el mundo
fuera diferente si el hombre evolutivo?
El cantar sería otro, ¿no?
O tal vez lo mismo. Quien sabe.
Terminas tu reporte antes de la
hora asignada, pero decides chequearla nuevamente por si tuviste algún error,
sea ortográfico, gramatical o de números. Quieres quedar bien ante tu
supervisor, tu jefe. No porque te lo impongan, sino porque te nace ser así,
quieres conservar tu empleo, tu salario fijo. Tienes una familia que lo
necesita, que te necesita a ti, de tu sueldo.
Entregas el reporte a tu jefe, él
lo mira y acepta. El reporte esta bien redactado, cada punto, punto y como y
coma están en su lugar, los números están bien puestos donde debe ser y
reflejan la realidad. Te mueres de ganas de preguntar el porqué te pidio a ti
que hagas el reporte y no a tu compañero de puesto. Pero no preguntas, no
quieres romper el ambiente tranquilo que se ha formado.
Tu jefe te da el visto bueno.
Antes de retirarte le pides permiso para mañana en la mañana, que tienes que
llevar a tu esposa a que se haga el eco, pero tu jefe te da el día libre, te
sorprendes de aquel gesto, piensas que te van a despedir, él lo niega con la
cabeza y sólo te da unas palmadas en el hombro. Te dice que vayas tranquilo,
todo estará bien.
Al menos existe alguien humano,
en esta sociedad podrida, ¿no?
Cinco y media. Te vas de la
oficina, escuchas el cuchicheo de la gente, asombrados que te retiras temprano,
pero te sorprendes cuando tu jefe sale y dice que él te dijo que te vayas
temprano, que tu esposa te necesita porque esta delicada de salud por el
embarazo. En el fondo, le agradeces ese gesto, te retiras y sólo tienes un
objetivo: ir a ver a tu esposa en casa de tus suegros.
Te reciben con recelo, pero te
dejan pasar. Tu esposa esta comiendo algún antojo, te mira, y hay dolor en su
mirada. Se te encoje el corazón porque no quieres que ella sufra. Pronto lo
sabrás, sólo es cuestión de comunicación. Te sientas a lado de ella, le das un
beso en la frente y le preguntas que tal el día. Te dice un “bien” apagado,
evade tu mirada, pero tú, con tu ternura haces que te mire, y le preguntas que
pasa.
Ella explota y te lo dice todo.
Desde que te vas temprano, hasta la hora que llegas tarde, más el trabajo de
medio día del sábado. Se abre y dice sus temores, unas cuantas lágrimas caen en
su rostro dulce, y a ti te duele verla así. Tomas un respiro, cuentas hasta
diez y esperas a que se calme, una vez que lo hace, es tu turno para explicar
el motivo que te llevo hacer eso.
Le dices que hay recorte de
personal, nada esta dicho, nada esta seguro. Tú quieres conservar tu empleo,
así que haces el sacrificio de ir antes de la hora y quedarte después de la
hora de salida, vas los sábados hasta el medio día para dejar en agenda todo lo
que se viene en la semana y adelantar alguna que otra cosa. Ahora ellos, los
supervisores, los jefes, ven todo eso y te evalúan. Le dices que necesitas de
ese dinero para mantenerla a ella y a su pequeño, que se hacen si él pierde el
trabajo. Ella no podrá cubrir el gasto.
Le dices que te preocupaste cuando
oíste en las noticias del medio día sobre el robo que sufrió el centro
comercial, el tiroteo que hubo. Le dices que pensaste que la habías perdido
para siempre, y que agradece a Dios que te haya indispuesto y no hubieses
estado allí, tu vida sin ella sería un caos. Ella le pone orden y sentido. Tu
esposa se acurruca en tus brazos, y tú la mimas. Sabes que esta alterada por
las hormonas del embarazo, pero aún así estas dispuesto hablar con ella,
explicar cualquier cosa, aunque sea por la mínima.
Levantas a tu esposa y la llevas
a la cama. Te acuesta a lado de ella y miras el techo. Sabes que ya ahora nada
es seguro, la policía gana una miseria de salario y no van arriesgar su vida
por personas que no valen la pena, el trabajo sufre de transformaciones y hay
personas que deben ser sacadas de ahí porque no merecen ocupar el puesto. La
inseguridad esta a todos los niveles, y es atroz. Consume la poca tranquilidad
de la sociedad.
Ahora es el miedo a perder todo,
la psicosis de que te roben a mano armada y te maten por no tener dos dólares
en el bolsillo. Ahora la sociedad vive bajo el miedo, y te preguntas ¿dónde
esta el gobierno? ¿Dónde esta las promesas de campaña? Y todo queda reducido a
la nada. Todo fue mentira para ganar votos y estar en el poder. Eres apolítico,
te da lo mismo, pero te da indignación de ver como se hacen de oídos sordos
ante el reclamo por más seguridad.
Miras a tu esposa dormir
placidamente. Sabes que mañana será diferente, pero la sensación de inseguridad
no se te va del pecho, pero al menos estás más tranquilo, tu puesto de trabajo
aún sigue en tus manos. De los ladrones no puedes decir mucho, sólo tener
cuidado, cuidar hasta donde puedas, y rezar a Dios para que nada malo les pase.
Ya no es como antes, las épocas han cambiado.
El presidente da su discurso
sobre seguridad, no le crees porque sabes que es mentira. Seguridad no es sólo
integridad física, es también integridad emocional, psicológica y monetaria,
con un trabajo fijo.
¿Dónde está el gobierno que
prometió una seguridad a su pueblo y no se la esta dando?
1 Reviews:
Si solo miras el lado malo del mundo no vas a poder apreciar lo bueno que tiene para ofrecerte, claro esta uno nunca debe cerrarse a eso conocido como la intuición, el creer que algo va mala por que aunque sueno romántico tu estas conectado a aquellos que amas de una u otra manera vas a sentir que están mal o que les pasa algo.
Yo creo que en todo uno debe hacer la voluntad del Padre aunque suene a algo dejado la frase "El proveerá" es cierta y creo a pie juntitas en ella
Como siempre le digo la idea no es No tener miedo ni inseguridades sino como los enfrentas ya lo dijo un presidente de USA "No hay que temerle mas que al miedo mismo"
Publicar un comentario